«La primera impresión es lo que cuenta» lo hemos escuchado miles de veces y es válido para personas, trabajos e incluso espacios. ¿Crees que existen casas agradables y desagradables? Este post trata sobre este tema y es una reflexión que quiero compartir desde hace tiempo.
Cada arquitecto/a tiene una opinión en cuanto a la «personalidad» de los espacios ya que es algo -sobre todo- subjetivo. Desde mi punto de vista, una casa nos puede agradar más que otra si la asociamos a experiencias y vivencias personales positivas. Por ejemplo, si un apartamento nos recuerda al consultorio de una clínica, es más que probable que nos resulte algo incómoda.
El factor cultural también juega un papel importante: una casa con estilo japonés puede parecernos sosa en occidente, pero ser perfecta para una familia japonesa.
Sin embargo, aparte de la percepción subjetiva creo que estaremos de acuerdo en que hay casas que espantan.
Espantan nada más entrar por la puerta. Ya sea porque están mal diseñadas y la distribución es incoherente, porque los muebles están mal distribuidos, etc. Resulta desagradable para quien va de visita y para quién vive ahí.
Esto me recuerda a mi época universitaria. Vivía con otras 3 personas en un piso con un pasillo muy largo, era incómodo, frío y además el WiFi no llegaba a la habitación del final (que era la mía). No era una casa «con encanto». ¿Pero qué significa que un espacio tenga encanto? Este concepto solemos asociarlo a hoteles, restaurantes, bares, etc.
Una casa con encanto recuerda a sus propietarios/as, que son quienes le aportan esa sensibilidad, calidez, la hace su hogar, ese toque que los identifica con su forma de ser y sus peculiaridades.